Normalmente, cuando el mar
está tranquilo, cuando parece una balsa de aceite, puedes coger tu barco y
navegar sin problemas porque no hay riesgo alguno, no hay nada que pueda perturbar tu travesía. El problema viene cuando el
viento comienza a soplar y remueve el mar de tal forma que se inicia un gran
oleaje, y si a ello le sumamos una tormenta con todos sus ingredientes (lluvia, truenos y relámpagos), el
resultado puede ser un barco encallado y a la deriva. Este barco es el F.C.
Barcelona, lo que ocurre en este caso es que han sido ellos mismos los
detonantes de esa tormenta que les ha llevado a darse de bruces contra las
rocas.
Sí amigos, las aguas no
corren tranquilas en Can Barça. Desde que el anterior presidente, el señor
Sandro Rosell, viajara a Brasil y volviera con los bolsillos llenos y con un
fichaje, el de Neymar, lleno de incógnitas, bajo el brazo, el club va ahora
mismo cuesta abajo y sin frenos. Lo último ha sido la sanción de la FIFA, que
le impide hacer fichajes hasta el año 2016, y que ha provocado el despido
fulminante del director deportivo Andoni Zubizarreta, el fichaje infiltrado de Florentino Pérez, tras sus palabras al ser cuestionado sobre el tema después del partido contra la Real Sociedad; un director deportivo que, por otro lado, ha demostrado ser un completo inepto durante
su estancia en el club, con decisiones nada inteligentes que han perjudicado
más que beneficiado a su equipo, ya que han dado como resultado un proyecto
deportivo totalmente desastroso, sin guion, sin futuro, con jugadores innecesarios en unas
posiciones y jugadores que no dan el nivel en posiciones que realmente se
necesitan cubrir (“Zubi, ¿quién es
Douglas? ¿De qué juega? ¿Delantero, portero?”).
Y no hablemos ya de los
entrenadores. Desde que Pep Guardiola vio que el barco empezaba a hundirse y
decidió tirarse al agua para que fueran otros los que se comieran los marrones,
hemos podido disfrutar del “Tata” Martino, que bastante hizo el pobre para ser
la primera vez que salía de Argentina (no quería tocar nada de lo que había
antes de su llegada por si acaso rompía algo), y ahora podemos deleitarnos con
la presencia en el banquillo del Camp Nou del gran Luis Enrique, una copia
barata de Guardiola que ya en su etapa en la Roma salió escaldado por querer
hacerse el chulo y cargarse a una institución en ese club como es Francesco Totti,
y que ha llegado al Barcelona para intentar sacar adelante un proyecto que baila
al son del pequeño dictador culé, véase Leo Messi. Ahora le toca hacerse cargo
de un vestuario en donde no se hace nada si no es con el consentimiento del
argentino.
Porque no lo neguemos, Messi
se ha convertido en el amo y señor del vestuario culé, llegando a mandar
incluso más que el propio entrenador. El argentino ha sido desde siempre el
niño mimado del Barcelona. Cuando cogía un berrinche, ahí estaba enseguida el
club para darle la piruleta en forma de subida de sueldo para que dejase de
llorar, o de venta de jugadores que ya no quería tener a su lado (Ibrahimovic,
Villa, Bojan, Tello…), lo que le ha ido dando cada vez más poder dentro del
equipo y entre sus propios compañeros.
Lo que he comentado en este
artículo es sólo una pequeña parte de todo lo que está ocurriendo en el seno
del club blaugrana. Actualmente podemos observar a un equipo que nunca ha sido
grande, pero que ahora lo es menos aún por culpa de la corrupción y la nula
idea deportiva de sus dirigentes. Y si a eso le unimos una plantilla apática,
sin "ganas" de ganar, con un entrenador que no sabe imponerse entre sus
jugadores, y unos jugadores (en este caso uno) que se creen dioses, obtenemos
un equipo tocado y hundido. Y mientras el presidente Bartomeu se siga enrocando
y se niegue a soltar la poltrona para dejar paso a una directiva más sana,
los problemas del Barça continuarán, y el regocijo en el Bernabéu también.
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